jueves, 2 de abril de 2009

llueve. los coches bajan lentamente por la calle villarroel. el semáforo todavía tardará unos segundos en cambiar de color. la chica que está frente a mí no se distingue en nada del resto de personas que esperan para cruzar la calle. casi todas llevan paraguas pero sólo ella está delante de mí, unidos por una línea recta de diez metros. el ruido de la ciudad convierte las conversaciones ajenas en un borrón constante. pienso en esos archivos de datos sin extensión que los identifique, en el sistema operativo preguntando qué hacer con él, en mi desconcierto y mi esperanza de acertar al elegir un programa que interprete correctamente la información, en lo mucho que se parecen esos segundos escasos a un *.*