jueves, 26 de marzo de 2009

paisajes desoladoramente blancos que se tiñen de rojo en la matanza anual de focas. imagino los golpes sobre los cuerpos blandos hasta que dejan de moverse, pero sólo son asépticas fotografías en la pantalla. la ausencia de movimiento me protege de la empatía y el dolor. intento pasar desapercibido y por eso me lavo las manos con un jabón —blanco, espeso y con olor a coco y vainilla— que me las acabará quemando. ese olor dulzón lo ahoga todo. después viene la tarde en silencio en el estudio. la piel dura en los dedos, las uñas cortas, la luz azul en la claraboya sucia, la falta total de ideas ante todo. dejo el trabajo preparado para mañana y apago el ordenador. quedan diez minutos y vuelvo a ser el último en salir. hoy mi cabeza es una cama deshecha