domingo, 14 de diciembre de 2008

mirar por la ventana de un tren. el paisaje urbano se me antoja una enormísima selva de juegos. las posibilidades son infinitas, pero todas una variación del escondite. imagino vidas diferentes, vida mínimas, cambios de escenario y circunstancias. una especie de remake: se repiten las escenas, las secuencias, los ambientes. cambian los secundarios y el protagonista sigo siendo yo

me escondo detrás de todos los muros, en los tejados de pizarra de esas casas pareadas, en la caseta abandonada que podría llegar a convertir en un hogar. hasta podría llegar a vivir entre las vigas de esa estación, siempre a oscuras. seguro que hay espacio suficiente para ser feliz

(fui a manresa esta mañana. lloviznaba por el camino y el sol salía a ratos, convirtiendo los charcos en espejos de plata que me cegaban. le di a isa sus regalos de navidad y no me quedé a comer a pesar de su insistencia y de lo amable del día. hoy es domingo de estar en casa)

(cambié las sábanas antes de irme y puse las de color azul oscuro. esas sábanas son como caerte al mar, frías y rugosas. hoy la tele está llena de locos y tampoco me apetece ese laberinto. prefiero dormir, sí. la psiquiatría es control social, me dijo alguien)

secundarios que me acompañan en el viaje: las dos bolleras adolescentes que se bajan en terrassa est, un apeadero afortunado en mitad de la nada. cuerpos de belleza andrógina de menos de veinte años y piercings en las cejas. líneas tatuadas en el cuello

o el peruano que ha terminado pagando una multa de diez euros con ochenta por no llevar billete. apuesto a que el revisor se quedará ese dinero. apuesto a que nadie sabrá nunca de la existencia de ese tipo. apuesto a que hoy no se le pondrá dura con su novia. apuesto a que la próxima vez lo pensará mejor, eso de colarse sin haber antes contrastado las excusas para no llevar billete

o la chica gótica o la chica negra o el grupo de magrebíes que van de visita. los dos latinos idénticos. la señora a la que el revisor ayuda porque no puede bajar del vagón

mirar por la ventana de un tren, casi como el tráiler de una película. cada día que pasa hace que el juego se amplíe: yo solo contra todos. cada día que pasa, el juego se reduce: todos contra mí