jueves, 20 de noviembre de 2008

maxi ruiz espera en la parada del autobús a la nueve y diez de la mañana, en la calle floridablanca entre calàbria y rocafort. enfrente, una fila de un millón de niños espera para cruzar por el paso de peatones. dentro de diez minutos estaré meando en un bote, respondiendo con letra clara un montón de preguntas idiotas. nadie en su sano juicio puede esperar que conteste con sinceridad a algunas de ellas. no sé hasta qué punto mis respuestas son confidenciales. tanto da. la enfermera parece una tía simpática, con las manos llenas de anillos de oro y la cabeza rapada. me gusta su boca, pero todo va tan rápido que no tengo excusa: dentro de poco más de una hora volveré a estar sentado ante mi pantalla, otra vez en el trabajo, haciendo las mismas cosas que ayer y, presumiblemente, las mismas que mañana. bienvenida rutina

es agradable salir al mundo así, confundiéndome entre la gente. regreso dando un paseo. una tienda con amplificadores de hace mil años. monstruos mcintosh de válvulas y baquelita que quizás todavía funcionan. viejos y yonquis haciendo cola delante del cash converters, intentando vender lo último que les queda de sus vidas: cajas y carros de la compra llenos de porquería. pronto dejará de hacer frío y volverá la primavera. la mitad de ellos habrá muerto, sin dejar un hueco que delate su ausencia

(el resto del día es un agujero negro. sólo salvo un momento: un cd con fotografías con las que tengo que realizar un plafón que exhibirán en cualquier pamema a la que los servicios sociales del ayuntamiento de turno son tan aficionados. una fiesta de la tercera edad, una fiesta de viejos con una copa de cava y un trozo de coca. una fiesta para poder bailar agarrados y lloriquearse los unos a los otros, orquesta de mierda y paquito chocolatero hasta vomitar. arreglo las fotografías, color resolución, tamaño, todo eso. siempre los mismos viejos de mejillas rojas, viejos hechos sombras saturadas, sonrientes en sus viajes, siempre los mismos viejos en todas las putas fotos, viajando por toda la puta españa, de norte a sur y de este a oeste. viejos en segovia, en málaga, de ruta por navarra, en el camino de santiago, en madrid, paseando sus miserias en la costa del sol en otoño. de repente siento vértigo. me aterra morir, me da miedo no saber, me da miedo el dolor, pero lo que más miedo me da —por real y cotidiano— es envejecer, es convertirme en esa mierda renqueante de la que yo mismo formo parte)

maxi ruiz sube al autobús y se quita los casquitos del ipod. el autobús arranca. detrás de él, una furgoneta gris y una bicicleta. en la portada de el país, una fotografía de garikoitz aspiazu. el poder exhibe sus trofeos de caza. ojalá pudiéramos nosotros hacer lo mismo