viernes, 31 de octubre de 2008

viernes con lluvia. viernes esperando el autobús hasta que pierdo la hora de ir al cine. el autobús es cómodo cuando quieres ir al herón city. no hace frío. camino hasta la estación. quería bajar mañana por la mañana a barcelona, pero acabo improvisando algo así esta tarde. me apetece perderme entre la gente. le mando un mensaje a begoña por si le apetece que nos veamos, pero tarda tanto en responder que lo hace cuando ya estoy de vuelta. tanto da. cómputo global de desencuentros. hojeo libros. tengo la ropa empapada y los cristales empañados por el calor. estos son los límites del mundo

(otakus que se besan aprovechando cualquier rincón. dependientes que me explican las ventajas de comprar dos sudaderas en lugar de una. la tristeza que me produce ver unas piernas bonitas. la tristeza que me produce ver unas piernas con linfedemas. heridas en el pecho producidas por una ulceración cancerígena, amputaciones varias. una chica con las uñas pintadas de rojo. lamer sus rodillas. acabar vomitando)

(me duermo en el vaivén del tren. hay sexo en el sueño, un sexo que ahora soy incapaz de recordar. sexo entre dos personas, eso sí. ruido de fondo que se enreda en mi polla, simulando una erección húmeda, como de lomo de pez. el tren entra en el túnel y estalla. no pasa nada: la muerte será instantánea. el árabe de detrás de mí se ha ido a buscar su colección de huríes. pienso en todas las personas que no sabrán nunca nada más de mí. de repente, la soledad, la noche de los muertos sin avisar a nadie)

(panellets. pastitas dulces y pegajosas en una bandeja en la cocina. la tarde de mi madre preparando esas bolitas, almendras, azúcar, piñones y café. betty delante de la estufa. la tele sin volumen. el sonido de las teclas, de la respiración tranquila de un bulldog hembra de seis años, las páginas de un diario, el último de octubre)