domingo, 13 de abril de 2008

comer, beber, fumar. hacía tiempo que no hacía esas cosas y me sentía bien, sin miedo ni culpa. primero el bar de paco, después el local, después la pizzería y otra vez el local. en la pantalla de televisión, el barcelona lucha desesperadamente para derrotar a un recreativo de huelva más que correoso. jacobo hace unas pizzas realmente buenas y no me importa beber alcohol. será sólo una vez, me digo. juank está sentado a mi lado y hablamos y me gusta. daniel al final no vendrá, pero eso todavía no lo sabemos

la noche acaba pronto. juank vuelve a casa en taxi y yo doy un paseo hasta casa. hace frío y me cruzo con algunas personas. me apetece una ducha porque huelo a humo. los espacios que antes eran nuestros lo son cada vez menos, así como están ocupados por pocoadolescentes que se beben cualquier cosa. somos los dos viejos de la esquina de la barra

he despertado temprano. hay algo que me ha pasado factura y no sé qué es, aunque puede ser una combinación de pizza de anchoas, cerveza y licor café. me he vuelto a dormir con frío. la televisión se ha quedado encendida con la programación infantil. la televisión para no sentirme más solo. he tenido un sueño hermoso

es de noche y estoy cansado. me resulta totalmente imposible llegar a casa. al pasar por la tienda de muebles de antoni felip (un edificio enorme y acristalado en la carretera de barcelona), empujo un poco la puerta y puedo entrar. todo está a oscuras, sólo iluminado por las luces de la calle. descanso un rato en un sofá de color blanco y me escondo al escuchar voces como de fiesta que vienen de los pisos de arriba. veo una sombra que baja las escaleras. la voz es de pedro belmonte, un antiguo compañero de instituto. la sombra no es suya pero eso no importa. abre una puerta y saca un tipo largo que vomita. está empapado y ambos suben de nuevo las escaleras. creo que no me ha visto, pero dice en voz alta que él vive allí, quédate el tiempo que necesites, cuánto tiempo, luego bajo, vigílame la moto. la busco con la mirada y está en un rincón cerca de la puerta de atrás, encendida y con un cuchillo clavado en el asiento. la puerta ha quedado abierta y escucho un ruido de agua que corre. intento cerrar los grifos de la ducha, pero me resulta imposible. me empapo, me resbalo, me caigo. cuando me doy cuenta, está lleno de chicas y chicos que bailan. una de ellas me ofrece una toalla y entabla conversación con palabras vagas. zapatos de tacón blanco y pantalones diminutos. me pregunta si me gusta marlango y le digo que no demasiado, que lo puedo escuchar, pero que no es lo que me hace feliz. sonríe y me abraza un poquito. ya tenemos una cosa en común, me dice. bajamos una escalera. en un subterráneo, un comedor preparado con manteles de cuadros. caminamos por los pasillos y de vez en cuando nos miramos. ella sonríe y despierto justo cuando comprendo que es la misma sonrisa de piedad