martes, 25 de marzo de 2008

el viento trae nubes negras vacías de electricidad desde algún sitio lejano y frío, lleno de edificios abandonados. la ropa está enredada en el tendedero, en cuatro alambres que tiemblan como niños asustados. veintidós metros más abajo, la piscina llena de verdina, sin que se vea el fondo. flotan bolsas blancas de plástico y hojas que forman costras en una herida imaginaria. la superficie del agua se riza ligeramente y siento el vértigo como algo que me encoge el sexo hasta hacerlo explotar silenciosamente

a lo lejos, un ciclomotor con dos personas arranca pesadamente. la chica que va detrás lleva un chándal rosa. a esa misma hora, dentro de cinco días, estaré subiendo las escaleras del estudio para cumplir el horario de la tarde. todo seguirá igual o parecido, sin apenas diferencia