lunes, 18 de febrero de 2008

el médico es muy joven, mucho, demasiado. no tiene barba, es delgado y con dedos de pianista. alguien tan joven sólo puede tener cara de trabajar de cajero en un pans. me pregunta, le contesto. dos semanas más de baja y si necesitas más, vienes sin problema. gratitud

se ha muerto un tipo en plena calle, justo delante del ambulatorio. un enjambre de gente mirando mientras los médicos del centro lo intentan reanimar en vano. una rubia teñida me pregunta. lleva un carrito de niño, los pelos fritos por una permanente que la desfigura y los morros de color granate. la imagino haciendo cerdadas con mi polla. creo que se ha muerto alguien, le digo, y cruzo la calle sin mirar. hace frío

espero mi turno ante el despacho número ocho. una mujer latina de mediana edad que juguetea con su teléfono móvil. un tipo enorme y joven con dos jaulas de pájaros hablando alto con otro que espera frente a la puerta cinco. me molesta la conversación y me molestan las jaulas de pájaros. me molesta todo allí. el primero se está recuperando de una trombosis pulmonar. el segundo está resfriado. el primero, además, añade un cáncer de colon que le ha dejado una bonita bolsa de recuerdo, en un año que ha sido el más negro de su vida. el asco que me estaba creciendo dentro cambia radicalmente y lo miro de reojo, con una simpatía repentina, casi fraternal. en ese momento se abre la puerta, el viejo que estaba dentro sale arrastrándose y entro yo. sí, soy F. buenos días