jueves, 4 de octubre de 2007

un nudo en la garganta. hombres y mujeres jóvenes envueltos en trapos rojos y amarillos, el águila, los gritos, el brazo levantado. una concentración delante de la audiencia nacional. el aire gris, irrespirable, aire viejo, de posguerra, de muertos y cunetas, de revanchas, de estraperlo

un nudo en la garganta. jueves de limpieza en el estudio, de esperar un ratito en la terraza mientras se seca el suelo. apenas hablo con carmen. barre deprisa y friega deprisa. apenas sé qué decir. una pausa de cinco minutos y de cielo más que gris, de gaviotas volando hacia el mar, de aire fresco en la nariz, de manos en los bolsillos, de primeras gotas grandes y pesadas y de truenos lejanos, a más de una vida y mil kilómetros de aquí. jueves de una de las chicas rusas en la casa de al lado. ella cose el dobladillo de un pantalón, sentada en la cama, con sandalias de esas que tienen un poquito de tacón. puntadas cortas y precisas en la tela. tatiana -porque seguro que ése y no otro es su nombre- vino de la estepa para ver llover aquí. el trayecto en autobús por ciudades idénticas, sin parques. nos miramos y yo prefiero el suelo, la pared de enfrente, las manchas de humedad, la chica que pasa por la acera, el cochecito de bebé, el polvo en las esquinas, los siete metros de altura hasta el asfalto de la calle, los enjambres de mosquitas diluyéndose, de nuevo las gaviotas

los pájaros negros en los trapos